martes, 5 de mayo de 2015

Audiencia II - 5 de mayo de 2015

La declaración de Vanesa Orieta, hermana de Luciano, en carácter de testigo, llevó la mayor parte de la audiencia.

A pedido de la fiscalía, la joven relató sus vivencias aquel 22 de septiembre de 2008. Desde el momento en que se enteró que Luciano estaba detenido hasta su caminata al Policlínico de San Justo para constatar las lesiones. En el destacamento, Vanesa pidió ser atendida por un responsable que pudiera darle explicaciones, y pasó a reunirse con el entonces Teniente Primero Julio Diego Torales, que le informó que Luciano estaba detenido y no lo podía ver. La respuesta de la joven fue que quería asegurarse de que su hermano estuviera físicamente bien, y del otro lado continuó la negativa.

"¿Vos sabés lo que hizo tu hermano? Tu hermano es un chorro, se robó un MP3", afirma que le decía Torales y le mostraba un elemento electrónico. "Yo no tengo por qué creerte, ustedes se vienen sarpando con mi hermano ¿Dónde está el juez? ¿El denunciante? ¿Los testigos? ¿Por qué está incomunicado?". Las respuestas de la policía sólo eran evasivas. Torales en particular iba y venía por los pasillos y las habitaciones del destacamento. 

Vanesa resaltó que en todo momento ella y su madre comprendieron que no tenían en su poder la posibilidad de sacarlo, y los efectivos se los demostraban con 'verdugueos'. Una vez obtenida la documentación que requirió Torales, que era el certificado de DNI en trámite, las mandó a fotocopiarla, a pesar de tener una fotocopiadora en la dependencia. Después de demorarlas un rato más, el hombre les dijo que no era suficiente, pues no podían constatar el vínculo de Luciano con Mónica Alegre. Les pidieron, entonces, la partida de nacimiento. "Yo me alteré, me dio mucha bronca que nos tomaran el pelo y me puse a gritar que me dejaran verlo", dijo Vanesa, "Torales, entonces, tapa el teléfono y me dice '¿Te podés callar que estoy hablando con el juez de menores?". 

En ese momento, según informaron todos los testigos, se abrió la puerta de la cocina del destacamento y se oyeron los gritos de Luciano: "¡Vane, sacame de acá que me están matando a golpes!". Vanesa aprovechó la oportunidad, creyendo que quizás era cierto que el oficial hablaba con un juez, y comenzó a gritar que le estaban pegando a su hermano. "Yo quería romper todo, pero me tenía que quedar tranquila porque nos verdugueaba", dijo entre llantos. El tribunal preguntó qué es 'verduguear'. Vanesa dio ejemplos:

"Que a Luciano le pusieran un arma en la espalda, que le digan negro o villero, que ostenten su poder que demoren las respuestas que merecemos, que tengan mala predisposición para explicar la situación legal y penal de una persona, que lo acusen de 'chorro' ajusticiándolo sin intervención de un juez, que nos manden a sacar fotocopias teniendo una fotocopiadora en el lugar, que utilicen tono violento o imperativo, que amenacen con que si no dejamos de exigir va a ser peor"

Vanesa expresó que a medida que el tiempo transcurría se acrecentaban el miedo, la inseguridad, la incertidumbre. Explicó que, por su condición de clase, su familia se acostumbró a creer que todo siempre podría ser peor y a convivir con esa angustia. Se les estaba yendo de las manos la situación con Luciano, y ellas no podían escapar. "Me tomé el trabajo de explicarle a Torales que lo que estaba haciendo estaba mal y que lo iba a denunciar", dijo.

Vanesa tuvo que irse a trabajar, estaba hacía poco tiempo en un call center que había elegido en lugar de su trabajo anterior para poder pasar más tiempo con Luciano, que ya estaba en riesgo real. A pesar de saber que Mónica tendría que irse a buscar la partida de nacimiento del joven, no podía perder el empleo. "Seguía como una ilusa pensando que tal vez se iba a acercar un juez de menores", dijo.

A la noche, Vanesa volvió de trabajar directamente a la casa de su madre. Ahí encontró a Luciano, sentado en su cama, angustiado. 

"Lo vi y le dije:

-Negro, ¡la puta madre! ¿Vos te robaste esa porquería de teléfono de mierda?
-¡Vos sos una pelotuda! ¡No robé nada y encima me cagaron a palos! - dijo, llorando."

Nombró a varios policías que lo golpearon, Vanesa sólo pudo retener hasta hoy el nombre de Julio Diego Torales porque durante ese día trató con él. "Me contó un episodio con Torales y otro más: 'mientras uno me tenía, el otro me pegaba', dijo que Torales era un hijo de puta y un gil y me contó que lo amenazaron con llevarlo a la Octava con los violadores y que lo obligaron a comer un sándwich escupido".

Vanesa informó que Luciano le mostró los lugares donde sentía dolor: la panza, la cara, la cabeza. Decidió llevarlo al hospital para que lo revisaran y para constatar los golpes. "Hagamos la denuncia, no podemos vivir así". Del Policlínico volvieron caminando porque no podían pagar el boleto. "Después de las cosas que Luciano eligió contarme, me parecía humillante seguir preguntando cosas", contó Vanesa llorando. Aclaró que el médico que lo atendió fue muy amable y emitió el certificado de las lesiones sin objeciones. "A la vuelta trataba de distraerlo, nos reíamos de cosas. Me contó que le retuvieron sus cosas y nunca le devolvieron $20 que tenía. Nos reimos de lo ratas que eran. Hay que reírse de boludeces...". La mañana siguiente, Vanesa llamó al destacamento para hablar con Torales: "vos sí sos un chorro, le robaste $20 pesos a mi hermano", es un fragmento de la discusión que tuvieron. 

Vanesa estaba llegando al final de la declaración: "esa detención nos hizo saber que todo se iba a pudrir en cualquier momento, fue un punto límite. Luciano corría riesgo de verdad y había un desgaste grande. Nos quebró anímicamente, le quebró la vida".

Finalmente, desistieron de hacer la denuncia por miedo a que la policía se enterara. Vanesa explicó esa decisión con un episodio: "llegué a tener que ir al destacamento antes del 22 de septiembre de 2008 a preguntar si mi hermano tenía alguna orden de restricción para circular libremente por la vía pública, era como si le hubieran prohibido la calle de su casa". Los tiempos de la justicia son demasiado lentos para la urgencia que nosotros teníamos. Ante la pregunta de la fiscalía sobre las sensaciones que Vanesa percibió en Luciano, ella explicó que él, más que dimensionar el peligro, se preguntaba por qué.

La defensa consideró pertinente preguntarle a Vanesa si militaba en alguna agrupación y, el Tribunal, si no sabía de la existencia de un cuerpo de defensores oficiales porque ella informó que no tenían asesoramiento legal. "Encontrar un defensor oficial que nos defendiera requería de un nivel de burocracia que no se condecía con nuestra urgencia", respondió.

Vanesa fue aplaudida al retirarse de la sala.

La próxima audiencia será el día 7 de mayo a las 9AM. Serán citados a declarar diez testigos de la defensa, seis de ellos policías del destacamento (Néstor Guillermo Díaz, Miguel Ángel Olmos, Damián Marcelo Sotelo, Miguel Osvaldo Soraire, Mónica Viviana Chapero y Sergio Oscar Fékter)



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